Según la tradición del pueblo, sus bodegas existen desde los tiempos de los romanos. Se trata de bodegas subterráneas excavadas en las laderas de los montículos que se encuentran a escasos metros del núcleo de población, hacia el oeste. Lo más curioso, quizás, es que se trata de bodegas en las que la entrada no conduce a una sola bodega, sino que de muchas de ellas de su pasillo central, a sus laterales pueden salir 3, 4 y hasta 10 bodegas. Por ello se conocen como vecindarios y al conjunto de las bodegas como barrio de bodegas.
En algunas de ellas podemos encontrar aún bodegas en pleno funcionamiento, con cubas de grandes dimensiones y vigas de lagar mayores aún.
Es tradición que estas bodegas -privadas- sean el punto de reunión de las familias o grupos de amigos, donde se juntan a degustar el vino que cada bodeguero produce a lo largo del año. Jornadas tradicionales para degustar típicos guisos de la zona, como la chanfaina de asadurillas con sangre, o los "cafés de puchero" en los que una vez hecho el café se echa un ascua de la hoguera para darle un gusto más potente a lumbre.
Este barrio de bodegas es una buena opción para darse un paseo por la zona, donde el ayuntamiento dispuso a su entrada un merendero con mesas, bancos y parrillas.